Estamos en casa de Lourdes, en la calle de Esparza Oteo, a tres cuadras de donde está el despacho de mi papá.
Estamos en la sala/comedor. La mamá de Lourdes circula nerviosa dentro de la cocina. Nos divide una puerta abatible de madera. Se asoma a cada rato. ¿Están bien? nos pregunta, ¿no se les ofrece nada? Gracias señora, contestamos. Confirmamos que estamos bien cada que planta otro cilindro de Sprite sobre la mesa. Es sábado. Es sábado porque las fiestas de los viernes son mera continuación de la escuela. Para esta fiesta en sábado, nos vestimos, nos organizamos, vemos a quien le prestan coche para el aventón. Yo llego caminando. La bautizamos fiesta… es reunión. Anita está allí, seguro; Diego; quizá David, quizá el Roli, chance las Sánchez, pero fue cuando nos separamos en nichos y no sé si ellas ya rondan en otro grupo. Es 1983, acaba de salir Synchronicity. La neta. Pusimos el lado A y luego el B hasta que la aguja del tocadiscos en casa de Lourdes reclama tregua. Solo nos saltamos ‘Mother’ porque no conecta con nosotros. Ahora en día, los gritos de Andy Summers son las que más se me pegan. Pero hay demasiados rolones como para obcecarse con una. Cuando acaba la noche, al único que no le queda claro que la fiesta termina desprendiéndose en parejas es a mí. Me acordé porque Andrew está encuarentenado en República Dominicana. Todos los días salgo a caminar con una banda distinta, nos dice, mañana toca Police. Cuando termina la reunión en casa de Lourdes, las jaulas de los canarios que cuelgan en la cochera ya están cubiertas para pasar la noche. Synchronicity fue de los primeros CD’s que compré cuando digitalizaron todo, pero “Tea in the Sahara” nunca fue tan nuestro cómo aquella tarde en casa de Lourdes.
Comments