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  • Writer's pictureMiguel Esteva Wurts

pulpo



Pertenezco a los que esta pandemia les acribilló el sueño.

No me quejo, soy de los afortunados.

Hoy en la mañana, ¿porque no? a las 4:37, veinte minutos de andar en la cama cual frijol en sartén, de plano decidí bajarme. “Claro” me recordó AnaP, “tampoco ayudó la hamburguesota que te zampaste en el EZ’s en la noche, ¿verdad?”

“Estaba muy rica” contesté casi en silencio. También me acabe una canasta de papas.

Pensar a futuro no es lo mío.

Tampoco ayudó el que ayer en la noche me enamoré.

Acabé de ver el documental del pulpo en Netflix: “My Octupus Teacher”. Tardé dos noches en verlo, porque con eso de que duermo poco y mal, a lo mucho aguanto veinte minutos en la cama antes de quedarme dormido.

Pero vi el documental, y ahora lo único que quiero es ver donde demonios consigo un pulpo como mascota, porque en +kota.com no los tienen en inventario. Eso sí, al no encontrar ‘pulpos’, el sitio de la tienda me recomendó, no miento, un cepillo de dientes “vegano y libre de gluten” para perros. Conocerán al aliento de Chorizo, pensé.

La bronca con los pulpos -como mascotas- o por lo menos la pulpo del documental (era hembra), es que en promedio viven año y medio. Lo que no esperaba, cuando rodaban créditos finales, era haberme enamorado de la pulpo: su inteligencia, su ternura, su capacidad de ser juguetona. Amanecí odiando a los tiburones “pijama”: malditos asesinos hambreados hijos de su 4T.

Lo complicado con mi proyecto de tener un pulpo como mascota en casa -aparte de convencer a AnaP- es el recrear su habitat cuasi ártico acá en Texas. Lo bueno es que al año y medio aprovechas para prepararlo ‘a la gallega’: papas, pimentón, sal gruesa, aceitito de oliva.

Pensando en eso no duermo.

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