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Writer's pictureMiguel Esteva Wurts

Monster


De total acuerdo, nos dijeron, es un idiota, dice cualquier cantidad de tonterías, de mentiras, cae gordo el que sea racista, y da miedito porque parece como que es un monstruo espetando locuras, pero llevamos votando por los republicanos desde 1985. Así que…


Así dijeron.


El pay de manzana se me atragantó en su descenso por mi esófago. Ese pay de manzana que es una delicia y con el que rompo toda dieta, maldita sea.

Luego dijeron la palabra que sirve para quienes deciden ignorar idiotez, locura, racismo, misoginia, senilidad, prepotencia, trampas, delincuencia, venganza, lenguaje fascista, pánico al diálogo, narcisismo y mentiras: inflación.


Irrelevante el que la inflación esté al mismo nivel que en los meses justo antes de la pandemia. Irrelevante.


Las sirenas cantan, felices arrastrándonos a las profundidades.


Sí, sí, ya sé, a la hora de la comida no se discute ni de religión ni de política, lo sé, pero justo antes de sus palabras, nuestro anfitriones nos platicaban acerca de lo increíble que se la habían pasado en Japón visitando a la parentela, de como allá está todo tan bien regulado y organizado y de como la gente de la tercera edad la protegen dándoles chambas, independencia, y de como ellos regresaban caminando felices del súper dónde ni de chiste había bolsas de plástico y de como dividían la basura en colores que si las botellas de vino tinto en un lado, las de blanco en otro, que si los niños caminaban solitos para ir a la escuela pública sin miedo a ser acribillados con una AK47 porque hay leyes para tener una arma semi automática, y de como se movieron pa’ todas partes en tren y en transporte público que llegaba a la hora en punto, quejándose a comparación de que en nuestro pueblo tejano no hay ni como ir a comprar unos chicles si no es arrancando la troca quemando bonos de carbón a pasto, maravillándose de que a pesar de que casi nadie tenía mas de un coche, como en aquel pueblo donde se quedaron, todos los cruces de las calles eran rotondas sin semáforos ni estatuas de héroes ni letreros patrocinados por los de las refresqueras, para ahorrar y para que desde lejos detectes el trafico, dijeron, y de que si en el pueblo no estaban felices con el color de la pintura con el que se había pintado la escuela o lo que fuera, se formaba un comité para llegar a un consenso para pintarla en un pantone aprobado por la mayoría de la población, y de que siguiendo el ejemplo de los gobernantes se llegaba a un consenso para todo.


No pude ignorar sus palabras acerca del recién electo monstruo para disfrutar lo que quedaba de mi pay de manzana, seguro de que nuestros muy amables anfitriones no se enteraron ni del nombre del Jefe de Gobierno del país al que fueron, quien seguro no evidencia sus inseguridades ni con Tweets ilegibles ni con interminables mañaneras.

Cuando les pregunté acerca de si se habían sentido atosigados entre tanta regulación, me dijeron que al contrario, que las reglas hacían el que todos se sintieran más seguros y protegidos que era todo más justo y equitativo y que eso era lo que hacía que todo funcionara mejor.


¿Tons’?, pregunte, ¿tons’?


Inflación, fue la respuesta. Inflación.


Vamos, entiendo que el pasto del vecino siempre se ve más verde, de que es un país más pequeño, de que estaban de vacaciones, pero nadie sale de este país deseando que hubiera más bolsas de plástico en el súper, más violencia, más semáforos o más Tweets.


No creo que hayan visto la incongruencia de haber votado por el engendro que acabamos de poner a cargo acá.


Al final, a pesar de sus argumentos, la comida estuvo bastante civilizada. No hubo ni gritos ni sombrerazos. La pasión pre electoral cedió a la calma antes de la tormenta, incluso hasta cuando nos dijeron que la hija votó por el mismo esperpento porque en su vida no hay espacio para transgéneros. Para convictos violadores sí hay espacio, para transgéneros no.


La hidra tiene hartas cabezas.


Lo que si sé es que mi próximo pay de manzana lo comeré en la soledad de mi cocina.


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Las penas compartidas. Lo mejor de la semana fue la ‘hora infeliz’ a la que nos invitaron el miércoles. Conmiserar juntos, ahogar las penas en alcohol, leía la invitación. Me tomé un tequila (blanco, por supuesto) que mi amigo me sirvió en un vaso como si fuera limonada. Cual si fuera limonada, me la tomé. Pena ahogada. Ojalá, como dice la canción, ojalá no aprendan a nadar.


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Gusano se fue el martes de las elecciones a intentar inscribir votantes al estado de Wisconsin. A pesar de la lluvia, en las fotos estaba feliz con sus cuates, con el gobernador, con la mascota de la universidad -un tejón con cara de gruñón- encausando a los ciudadanos a votar. Al final, el estado optó por escuchar el canto de la sirena gorda, senil, pelirroja, nomás tantito racista y con ganas de ser dictador por solo un día. Mi Gusano ahora está concentrado estudiando para sus exámenes de mate y de estadística.


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Me invitaron de fin de semana a pescar en la Isla del Padre. Plan tejano, plan de macho tejano, dijeron, partir en la obscuridad el sábado en la mañana, manejar par de horas para llegar a la playa, comprar gasolina para cargar la lancha, beber cerveza en una cabaña metida en el mar, compartir un solo baño, más cerveza, pescar en alta mar el día completo, asar t-bones, beber más cerveza, dormir en slipins’ entre un cuate a quien llamaremos Bob, su imponente panza, su problema auditivo, sus formidables ronquidos, y un par de adolescentes quienes se unieron al plan cuando supieron que la supervisión adulta estaría en el etílico total, beber más cerveza, repetir y regresar eructando cerveza a mediodía del lunes. Opté por no ir. Te perdiste de sacar buenas historias, me recriminó AnaP. Chance.



Leyendo: Herejes, de Leonardo Padura. De vez en cuando hay que regresar a La Habana con El Conde.


Viendo: The Lefovers. Segunda temporada. De vez en cuando hay que imaginar que la violencia parece estar más alejada que solo a la vuelta de la esquina.


Escuchando: Fontaines D.C., recomendado por Mix y Wilco porque vamos a ir a un concierto de ellos a principios de diciembre con Nico.

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