La lista del súper la hacemos con precisión prusiana. Yo, el depuesto rey de ir cuantas veces fuera necesario, relegado a sugerir artículos. Cada ítem pensado, sopesado, vuelto a pensar. Todo se escribe en una libreta amarilla que me regalaron cuando trabajé de voluntario en la biblioteca de la primaria. Pero necesitamos más espacio, y AnaP transcribe todo sobre una hoja tamaño carta. Ella agrega unos artículos, yo otros. Incluyo Nutella, ella la borra. Para nada es indispensable, me dice. La cajeta ni para qué mencionarla. Ilusos, escribimos jabón. Alcohol en gel, ni pensarlo. Papel de baño tenemos, aunque no debería decirlo en voz alta porque… bueno… hagan de cuenta de que no dije nada. Entiendo el qué me sugestiono, pero lo que más extraño son limones y naranjas y de repente me siento al borde del escorbuto, cual marinero medieval cruzando el Atlántico. Me estudio en el espejo para ver si no tengo manchas en la piel producidas por falta de vitamina c y con mi lengua exploro la parte interna de mi boca buscando posibles ulceraciones bucales. Seas menso, imagino me dice AnaP utilizando otra palabra para ‘menso’, faltarían meses para que pudieras desarrollarlo y solo anteayer exprimiste medio limón a tus tacos de bistec. Lo que me recuerda. Tortillas. También nos hacen falta, le repito por enésima vez. Me preocupa una crisis tortillera. Sería buen momento para empezar una dieta sin ellas, me contesta. Hay cosas que no son graciosas, le digo. Me ve con ojos de que Dios mío, una cuarentena que tengo que pasar en mi vida y vean con quién me tocó pasarla. Supongo imaginaba el estar con Thor: hortaliza, puercos, caballos, árboles frutales, vinos franceses, tardes románticas… y me voltea a ver. Mejor sigue apuntando víveres en la lista. Estamos acabando la tercera semana.
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