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Writer's pictureMiguel Esteva Wurts

guiones

En una comida de Año Nuevo poco antes de cambiar giro laboral, mi prima María afirmó, de manera concluyente, que en castellano, eso de los guiones debían de ser usados solo de manera muy específica, jamás después de un prefijo como pre o pos, cuando la segunda palabra no comenzara con letra mayúscula, es decir, nada de pre-nupcial ni pos-parto, pero si pro-AMLO o en alguna fantasía semejante. Estudió lenguas o sea que asumo que sabía bien de lo que hablaba.



Comíamos con mis tíos, Gerardo y Mara, en el jardín de su casa en Tacubaya, y mi tío, espléndido como era, había ido esa mañana al Mercado de San Juan a comprar patitas de cangrejo moro, langostas y quién sabe cuantas otras delicias con las cuales recibir el nuevo año.


Mi prima fue muy vehemente en su defensa del anti guionismo a pesar de que nadie le llevo la contraria, es decir, nadie salió a defender los guiones ni se enfundó dentro una bandera formada por un guion lanzándose desde la terraza del jardín de mis tíos gritando: “mi vida por un guion pre-muerte”, o alguna de esas tonteras nacionalistas que luego gritan los héroes patrios antes de caer encima de la mesa del patio.


Desde entonces, mi terror por insertar guiones se equipara con mi aversión a poner signos de exclamación, esto segundo porque en algún libro de esos con recomendaciones para escritores leí que en una novela de 300 páginas, se aceptaba como máximo y a lo mucho, una sola oración con signos de exclamación. ¡Así!


Se lo achaco a mi eterna inseguridad, pero soy muy susceptible a ese tipo de aseveraciones, y ahora siempre es una lucha existencial entre mi mano derecha y mi mano izquierda cuando la derecha osa teclear un mentado guion.

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