Siempre es un alivio cuando un político, née priista de los “prepárense a administrar la abundancia” años setentas, nos presenta una “guía ética” que será entregada a nuestros adultos mayores… a ocho millones de desbocados, jebis, descabellados adultos mayores.
Ocho millones, y yo acá intentando vender 600 novelas. Chale.
Asumo… no, no “asumo”, confío, que entre esos adultos mayores estén mis jefes -y los suyos, no se hagan- para educarlos, ayudarles a que me guíen con eso del bien, del mal, la corrupción, la mordida, mis libertades, el amor. Todo eso que me confunde y que nunca me enseñaron, no porque no quisieran, sino porque no existía la Guía Ética.
Nosotros, los del pueblo, leeremos esas gotas de sabiduría con atención, porque nosotros, los del pueblo, esos que creímos ser los sabios con tanto que nos lo repitieron, pues ahora resulta que necesitábamos nuestro buen jalón de orejas - bobo yo.
Reconozco que siempre es bueno cuando a la edad en que todo se empieza a nublar, un político -distinguidos a través de la historia por su rectitud, buenas intenciones, y clamando “yo soy diferente”- nos ilumine el camino y predique sobre cómo debemos vivir. ¿Qué daríamos para que Trump publique su propia Guía Ética?
Imagino que el texto vendrá en font grandote, esperando sea repartido junto con su vacunita del Covid19, y de una vez que incluya una disculpa escrita con pluma extirpada del penacho de Moctezuma por el mismísimo Felipe VI, por los daños que causaron sus antepasados (¿o son los nuestros? Ya no sé, me confundo… seguro la Guía Ética nos subrayará porque necesitamos una disculpa).
Así pues, nuestros adultos mayores tendrán que decidir entre cuidar nietos, quejarse de lo caro de la vida, ver The Crown, The Queens Gambit, armar un rompecabezas, remembrar, hacer ejercicio, comer frutas y verduras, o bien, de leer la Guía Etica para enterarse de como es que debieron haber vivido su vida, de como debieron habernos educado.
Mugres rucos descarrilados.
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