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  • Writer's pictureMiguel Esteva Wurts

dentista (may 31-7 jun)


7 jun 19 - listado

La próxima semana AnaP y yo nos vamos a ir a pasar cinco días a Mérida, nuestro primer viaje “largo” dejando a nuestros tres barbajanes a cargo de todo, incluyendo de ellos mismos. Por lo tanto, y para preparar a mis hijos, que por mucho ya no están en edad de necesitar ser preparados, les hicimos un listado de cosas de las que deben de encargarse y/o preocuparse durante nuestra ausencia, poniéndole dueño a las responsabilidades para que no se anden dando de cates llegado el momento de decidir cosas tan trascendentes como quien debe lavar la olla en donde calentaron los frijoles. Tampoco no es muy complicado, más que nada, se deben de encargar de alimentarse (a ellos mismos, a Rosita y Chorizo) de que la casa no se caiga de sucia, tener tendidas sus camas, y de que lleguen a sus clases de verano en tiempo y forma. Con todo y todo, los visualizo perfecto, el viernes en la tarde, justo antes de que aterrice nuestro vuelo, con la escoba, aspiradora y los múltiples líquidos que usamos en la casa, limpiando todo de último momento, tendiendo sus camas, metiendo los trastes a la lavadora, y doblando su ropa. Para tal efecto, este domingo nos dedicaremos a comprar, cocinar y empaquetar toda la comida para guardar en el conge para que la puedan ir sacando. AnaP se pinta sola para organizar y puntualizar. Yo, en cambio, ya les hice una lista de cosas más trascendentales de las que preocuparse en caso de que nos pesque el Apocalipsis mientras recibimos un masaje de pies en la hacienda donde nos vamos a quedar en Yucatán, como por ejemplo, que hacer en caso dado de que los del inframundo elijan a Chorizo como el can del demonio. Si no por nada luego me odia mi mujer.

6 jun 19 - noticias

De unas semanas para acá, a AnaP le ha dado por poner Aristegui Noticias a la hora del desayuno. Desde que vivimos en México, Carmen siempre ha participado en nuestras mañanas. A mí me cae bien, me gusta como comunica, las noticias y las entrevistas generalmente van al grano, y su mesa redonda siempre era entretenida aunque, por la hora supongo, hace mucho que no me toca escucharla. Mauricio, mi cuñado, odia la transmisión, la detesta a ella, dice que está muy vendida, aunque a mí no se me hace. Al respecto, ella diría algo así como: grave, gravísima la acusación, vaya tema señores y señoras, deja mucho para discutir, así que si no les molesta lo dejamos a un lado para luego regresar y tocar a fondo este asunto.

La única cosa que de plano a mí no me cuadra es su segmento para niños. Cuando manejaba a mis hijos al Peterson, no encendía la radio sino hasta que los dejaba en la escuela. A ellos, o les contaba cuentos, o escuchábamos música del teléfono.

La cosa es que el segmento para niños de Aristegui siempre lo sacan después de noticias como: descabecharon a veintidós en Zinahuapachulpan de Juárez, luego los cortaron en pedacitos y dejaron el que las cabezas rodaran hasta el zócalo donde justo fueron encontradas por un par de monjas mismas que se inmolaron al ver el desastre, y de no haber sido por un corredor en su ejercicio matutino, las testas hubieran sido devoradas por una jauría de perros callejeros atraídos por el olor a carnitas emanado por las religiosas tatemadas.

Y luego, con una voz que se cae de jocosa, Carmen dice, y ahora sí niños y niñas que van a la escuela, escuchen nuestro reporte de cómo fue que las morsas encontraron sus colmillos!

No entiendo.

5 jun 19 - Hopadillo

Estimado Jim,

Admito que lo primero que hice… bueno… no lo primero primero, porque eso de hacer las necesidades de uno al aire libre no es lo mío, aunque agradezco el esfuerzo de dedicarle una buena parte de tu primera tarde a construir una tienda de campaña alrededor de un hoyo que habías cavado, dejando la pala allí a un lado anunciando a voz en pecho que allí estaba el WC y obligando por tanto a mi sistema gastro intestinal a bloquearse por completo con la sola idea de “ir” allí, fue decirle a AnaP lo ricas que habían estado las cervezas que se nos bebimos y que duraron solo la primera ronda de la primera tarde, entendiendo desde ese momento que lo importante de una ida al campin' radica en buena parte en la calidad del alcohol que se consume. Así que, le dije a mi esposa quien me vio con cara de ya-sé-lo que-va-a-pasar-porque-te-conozco, voy a comprarle unas Hopadillo al buen Jim y se las voy a llevar con una tarjeta para agradecerle y decirle lo bomba que la pasamos.

Las cervezas, por supuesto, las compré.

El six-pack me costó 7.99 en el super. Pero, a falta de tener una tarjeta, las chelas ya pasaron seis semanas en el refri con una importante disminución en sus números. Es decir Jim, ya pasaron como cinco semanas de que no hay manera de darte las gracias sin parecer grosero, con la cosa de que las cervezas desaparecieron una por una hasta llegar un momento en que la caja de cartón en la que venían las latas ya está aplastada de un lado porque alguien recostó una sandía a su lado. Pero bueno, solo para darte las gracias de un fin de semana magnífico.

4 jun 19 - Mary

Ayer visitamos un departamento que nos interesó. Tres recámaras dos baños. No buscamos mudarnos, disfrutamos nuestra casa, pero siempre andamos viendo.

Acá las casas se visitan en compañía de una corredora con el habitante fuera de ella. Pero ésta sucedió de improvisto.

Nos abrió Mary, dueña del departamento.

92 años, nos dice casi desde el saludo. Sonríe. No deja de sonreír. Sus delgados dedos abrazan mi brazo, convirtiéndome en su confidente mientras nos pasea. Vivo sola, pero tengo dos nietas que viven en la ciudad, agrega. La consecuentan, aunque no tan seguido como ella quisiera.

El departamento del noveno piso está sembrado con estatuillas de bronce, vaqueros y vaqueras en estampas rupestres. Los cuadros en las paredes reflejan la vida rupestre Tejana.

Es mi esposo. Apunta en dirección a una pintura con el rostro de un hombre de perfil, una avioneta Beechcraft King dibujada en segundo plano. Era muy cómoda, me confía, pero lo convencieron y se compró un jet, que no lo era.

Así era yo. Señala una foto de una mujer joven, peinado de los años sesenta. En nada refleja la fragilidad de la Mary actual.

Tengo más fotos pero no sé donde ponerlas, me confiesa. Las mesas, los espacios sin estatuas ni pinturas están invadidas por fotos. Cientos de ellas en cuadros y collages que me recuerdan a la mesa de mí Tía Eli. Tiene una con un árbol genealógico de fotos. Muchas de su esposo, él de joven, jugando futbol americano. Murió en el 2010. Otras tantas de gente que asumo solo ya vive en esas paredes.

Le comento que ella se ve muy bien.

No bebo, me admite. Bueno, una copita de vino cuando salgo, una Coors Lite en las noches. Me ayuda a dormir.

Es obvio que la cuidan los rostros y las memorias que cohabitan en ese departamento.

3 jun 19 - dentista

Estoy en el dentista con Gusano. Estamos en el noveno mes de esa tortura llamada frenos. El día de hoy le van a agregar quién sabe qué puente. Ya le avisaron que hoy, va a doler. El que las dentistas sean unas ingenieras civiles, no las hace menos sadistas. Ve preparando el Tylenol, le dijeron en la primera cita. Pero mi Gusano es muy macho. A pesar de que los días justo después de que le ajustan los cables se retuerce de dolor, se aguanta casi sin chistar con la promesa de una malteada de Oreo del EZ’s. Estas visitas mensuales se han convertido en todo un suplicio y aunque nos dijeron que deben de terminar para octubre, me temo que puedan extenderse y tengamos una fiera llegado Halloween.

El consultorio del dentista no nos queda cerca. Las paredes del lugar están atiborradas de cuadros con pinturas de felinos. El consultorio que nos tocó hoy está repleto de pinturas de jaguares. En la recepción tienen una tele con Fox News local, donde siempre están entrevistando a un afro-americano con cara de desubicado, testigo de un drive-by, aunque no entiendo para que lo entrevistan porque dos de cada tres palabras son inteligibles, la tercera es f-bleeep-mother que lo dice como una sola palabra.

Mientras escribo, Gusano sigue con la boca abierta, en la silla reclinable del dentista. Cada vez que puede me ve con ojos de porfa ya sácame de aquí. La dentista es una mujer local con brazos chonchos. Mezcla palabras: haber mijo, le dice, open your mouth un tantito, just relax, mijo, let me see. Agus es muy amable con ella, por lo menos no la muerde.

Cuando salimos Agus baila de dolor en la recepción. El Tylenol ya está listo en la casa.

2 jun 19 - verano

Acá el verano empieza cuando abren la alberca de la colonia. Ni antes ni después. No importa el clima, si llueve, está nublado, o anunciaron el fin del mundo en la tele. Nada de que cuando Trump diga, ni cuándo el calendario lo ordene.

Así que cuál lemmings, nos despojamos de la vestimenta que nos protege de los rayos solares, de los mosquitos y de las críticas de amigos y extraños, exponiendo pieles, panzas y piernas y los callos en el dedo gordo del pie, a la inclemencia de terceros. Mis callos en el dedo gordo del pie son particularmente susceptibles a estas desalmadas críticas, pero aun así, me pongo mi traje de baño con el que llevo no sé cuantos veranos y cargo mi libro, uno que nunca puedo leer porque siempre terminó platicando con alguien, a la alberca.

Llevo usando el mismo traje de baño durante no sé cuantos años. Es uno rojo, con un cordón verde limón, cordón que no sirve de nada porque el resorte en el traje ya está tan desgastado como para que cualquier estornudo se considere peligroso.

¿Y porque no nomás te compras otro? me pregunta mi siempre sensata mujer. La cosa es que eso implica el tener que buscar un traje en Amazon, y hacerle click al botón de buy, que luego se me complica más de lo que uno pensaría. Mis trajes de baño me gustan de un solo color, azul oscuro o rojo. No me gustan los que tienen patos ni delfines ni rayas que acentúan los callos de mi dedo gordo del pie. ¿No tenías otro? me preguntó AnaP, quien claro, meneando las vestimentas de mi cajón donde guardo mis shorts, encuentra uno azul que igual, obviamente, compré hace años, pero cuyo resorte funciona a la perfección.

1 jun 19 - buró

Lo primero que leo en el NY Times del domingo (el único día en que lo recibimos y que el de la semana pasada sirve de tapete del escritorio que Nico anda puliendo y pintando) es la sección de libros, y lo que más me gusta es la entrevista semanal que le hacen al escritor, y para ser mas específicos, lo primero que leo es la pregunta que siempre les hacen, de “¿qué libros tienes en el buró de tú recámara?” Hay escritores quienes contestan dando una lista muy pensada y organizada, otros dicen no tener buró, esquivando la respuesta, pero otros que admiten que tienen un desmadre de libros amontonados.

Yo sería de esos últimos, preparado para cuando me entreviste el NY Times, claro está. ¡Hello people!

AnaP, la pobre, se queja de mi desmadre, y yo siendo como soy un buen esposo, prometo limpiarlo y cuidarlo hasta que la muerte nos separe. Llevó años de que no me meto a ver qué tengo porque no quiero que algo que viva entre las páginas me brinque y me muerda. De hecho, es el mismo desmadre de libros que importé de cuando nos mudamos, aunque le he agregado varios de los que creo tener pocas intenciones de leer, pero cuyas portadas, contraportadas, y las dos palabras escritas por unos críticos que ni conozco ni se quienes son ni me interesa saber, me llamaron la atención a la hora de hacerle click en el Amazon buy.

Cuando nos visita, mi suegra ve los libros que tenemos en el librero de abajo y me pregunta de esas preguntas que son aseveracione, ¿los has leído todos, no? Algunos, le contesto. Y eso es verdad. No conoce los que tengo en la recámara.

Sé que el comprar libros es un trastorno mental que se refleja claramente en mi buró.

31 may 19 - mamita

Llevaba yo solo unos pocos días de haber transmutado de persona con actividad empresarial a escribano en modo perenne de frustración, en esos días en que salir del clóset como asesino en serie hubiera sido más fácil que admitir que eres escritor, cuando en la fiesta de graduación de Miki de sexto año de primaria, una mamita -una linda mamita- de alguno de los amigos de Miki, de esas personas tan bien intencionadas como un anticristo de mala leche, al escuchar que iba yo a intentar empezar escribir me empezó a preguntar sobre mi estilo literario aventándome una sarta de definiciones que me congeló la imaginación durante semanas. La fiesta en aquel enorme salón en el Pedregal se me disolvió y me vi sentado en la segunda hilera, justo detrás de Mónica Sánchez en clase de Miss Isabel en segundo año de primaria, cuando la Miss Isabel se saltó a Mónica y me preguntó sobre cómo se diferenciaban los mamíferos de los reptiles. Sudé en verde. Así, aquella linda mamita me recitó una serie de definiciones que hubiera yo buscado en el diccionario, pero no me acuerdo ni con cuál letra empezaban. Eso de llamarte escritor y no haber estudiado literatura tiene sus desventajas, pensaba mientras ahogaba mi cabeza en el retrete del salón de eventos intentando ponerle nombre a mi estilo de escribir. ¿Seré neo-esti-clasisista o realista progresista anti-mágico?

Años más tarde sigo enterrado en el agujero enorme de mi ignorancia y estoy seguro que de encontrarme otra vez a esta linda mamita, trataría de escabullirme cual rata de alcantarilla para evitarla. Pero de enfrentarla, tartamudearía ante ella y le contestaría que los reptiles viven en el agua y que tienen las narices más largas que los mamíferos. No sé.


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