24 may 19 - chamba
Ahora que Miki ya terminó la High School, tiene un par de meses de vago antes de irse a la universidad así que le “sugerimos” conseguirse una chamba para que tenga lana, y más importante, mantenerse ocupado durante el verano.
Conseguir mi primera chamba fue más fácil. Tenía once años. Fue el verano que murió Dolfi, nuestro muy necio pastor alemán y que nos llovió la semana enterita que estuvimos de vacaciones en Avándaro. Trabajé en el despacho ordenando las tarjetas de las marcas. Por cada registro eran seis tarjetas que se ordenaban así: alfabéticamente por el nombre de la marca y del dueño; por fechas: renovación, solicitud y concesión; y por la clase en la que estaban catalogadas. Carolina y yo nos pasábamos horas en el cuarto del archivo donde tenían la fotocopiadora, donde yo fotocopiaba mi reloj Mido. Una secretaria, usualmente la recién ingresada, mecanografiaba las tarjetas con información que obtenía de los expedientes manila de las marcas. Nuestro trabajo consistía en desperdigar las tarjetas sobre el tapete verde del archivero, y ordenarlas hasta la hora en que mi papá nos rescataba con un, vámonos a comer, y nos llevaba al comedero de enfrente, donde tenían los Pascual Boing de fruta, pero en botella. Cuando terminábamos de ordenar un tambache, la secretaria nos traía otro. Una vez ordenadas las tarjetas, se archivaban, pero, como archivarlas era más importante y requería de una exactitud de la que luego se encargó la IBM PS-50 que fue lo primero que compré cuando llegue años más tarde ya de jefe, ésta labor recaía en Pepe, un hombre de bigote cano, mirada de que de niño chance tenía mayores aspiraciones que andar archivando tarjetas. Quizá por eso llegaba tarde a trabajar, aunque siempre era el último en irse de aquel polvoriento archivero con tapete verde.
25 may 19 - coma
El sábado pasado, mientras AnaP y Gusano salieron a jugar a las canchas de arcilla del club, me quedé platicando con mis papás en la mesa de su casa en HSB arreglando el mundo. Repasaron la vida de cada uno de mis primos, de mis tíos, de mis sobrinos, y de amigos de mis papás a quienes conozco de toda la vida. Mis papás, por supuesto, tienen sus opiniones muy marcadas sobre de quienes van por buen camino, pero así somos todos, pensé, mientras desmembrábamos vidas que ni conocemos, de gente que, por lo menos en mis recuerdos se quedó atascada de cuando en las comidas familiares me tocaba, a mucha deshonra, comer en la mesa de los chiquitos.
La relación con la mayoría de mis primos, como dijo mi primo Erik, se redujo a vernos en los entierros. Él incluyó también las bodas como puntos de reunión, pero los milenials ya no se casan como antes. Eso de que cohabiten en pecado y no piensen en nuestras reuniones familiares es bastante imprudente.
De uno de aquellos quienes nombraron mis papás sentenciaron: vive bien, pero no trabaja. Yo diferí, porque pinta, y va feliz por la vida. Con eso me acordé de una cita de Oscar Wilde, que dice: I spent all morning putting in a comma and all afternoon taking it out. Y vamos, esta cabrón eso de poner y quitar comas. Fácil no es, solo que los que hacemos esto lo hacemos ver sencillo, pero no es algo que se deba intentar sin supervisión mi Miss Herminia, mi Miss en tercero de primaria.
En mi vida pasada, me hubiera burlado de la cita. Pero llevo buena parte del día decidiendo si debo titular este ensayo como “coma” o como “primos” o sea que mejor no.
26 may 19 - pistola
No me había tocado ver a alguien portando una fusca en la cintura, cuál Clint Eastwood, a plena de luz del día. Será porque vivimos dentro de una burbuja, aquí, en donde usamos palabras en vez de balas. Salir luego te transporta a la realidad de que el tuyo, es otro planeta.
El sábado nos fuimos con Gusano a pasar el día con mis papás a Horseshoe Bay, y siendo que mi hijo es un antojadizo de porra y que su mamá lo consiente de un hilo, allí tienen a su chofer de confianza yendo a Marble Falls como a las 8:30am por un mentado rol de canela que al joven se le había antojado. El pueblo queda como a siete millas de distancia de la casa, y los santos roles de canela se consiguen en el Blue Bonnet, una institución en Marble Falls. Este lugar presume el servir “desayunos todo el día”. No vamos muy seguido porque nomás pasar el umbral de la puerta implica un incremento importante en los niveles de colesterol. Las omelettes son sabrosas, pero hacen nado sincronizado en la alberca de aceite en lo que los traen. Los roles de canela son como darle una cucharada sopera a la mantequilla. Con azúcar. Insisto, sabroso.
Tan es así, que el lugar se llena desde muy temprano con comensales y siempre está atascado. Peor los domingos en la mañana, día en que el pueblo entero acude al momento en qué terminan sus respectivas misas con todos deseándose la paz.
El hombre quién cargaba la pistola venia ataviado de “sunday best” con todo y sombrero y botas. Comentaba con su cuate de que sentía ya le era indispensable él cargar su pistola todo el tiempo.
Desearle la paz al prójimo, compartir unos waffles, portar una pistola.
Como decía Miki, no entiendo.
27 may 19 - silencio
Escribo esto mientras AnaP ve, junto con Gusano y Nico, El Silencio de los Inocentes, en Netflix. Yo la he visto varias veces y prefiero subirme a leer que andar sufriendo con Hannibal y Buffalo Bill. La primera vez que la vi fue cuando recién salió la película en VHS y mi novia en aquel entonces, Cecilia, me invitó a verla a su departamento. Mi mamá no va a estar, me susurró por teléfono. Yo no necesitaba más aliciente para treparme al coche, cruzar la ciudad, e irme a aquel departamento en el primer piso en la Condesa. Aunque sí llegamos a insertar el videocasete no vimos mucho de la película, pero admito que ver al doctor Lecter de reojo no nos dejo la calma y la tranquilidad que hubiéramos deseado para aprovechar la soledad del departamento.
La verdad es que anduve muy poco con Cecilia, un par de meses a lo mucho. Más allá de esos momentos en que la mamá dejaba el departamento, no había mucho entre nosotros, ambos andábamos siempre viendo a ver qué más nos ofrecía la vida. A ella le gustaba platicarme de todos sus pretendientes, y siempre tuve la sospecha de que malabareaba su tiempo conmigo, de que yo era uno de los múltiples zopilotes que aprovechaban esos espacios de falta de supervisión materna en el departamento. Sucede.
Las imágenes del doctor Lecter mordiéndole el cachete al sargento Pembry, duraron mucho más en mi psique que aquel noviazgo.
Ya luego, meses más tarde, cuando ya andaba solo, para cuando Cecilia se había convertido para mí en un mero recuerdo, volví a rentar la peli en el Videocentro de Revolución. La vi, como vi muchas otras películas, tragando un pollo rostizado de Pollos Río, unas Serpis rellenas con anchoa, y con una Negra Modelo a mi lado.
28 may 19 - carpintería
Ayer estuve trabajando con Nico, lijando un escritorio que Chorizo tuvo a bien arañar recién llegamos. Por alguna razón de la que ya no me acuerdo, guardamos el escritorio en el garaje y Chorizo, quien siempre está en la casa pero nunca en el garaje, se quedó encerrado allá. Siendo que mi perro es brillante, decidió treparse al escritorio que AnaP compró en una tienda de muebles por un precio que no hace sentido, y el perro dedujo que intentar una decena de veces subirse al escritorio en un cuarto vacío, llamaría más la atención que el ponerse a ladrar. Ladrar lo reserva para cuando llega el cartero.
El escritorio arañado lo subimos a la recámara. Allí lleva años. No es particularmente cómodo para trabajar, pero a Rosita le gusta porque lo colocamos a un lado de la ventana y el sol de la tarde le cae muy a gusto, sobretodo en invierno. De vez en cuando, veía yo los rasguños pensando en arreglarlos, pero allí lo dejaba, porque la proactividad en mi persona tarda su tiempito en llegar.
Así que, armado con ese ímpetu que da el fin del ciclo escolar y el calor insoportable de verano, compré unas lijas y me dedique a hacerla de carpintero con mi hijo. Mientras lijaba, me acordé de otros carpinteros que trabajaban junto con sus hijos y no pude dejar de imaginar el negociazo que sería si el carpintero de Galilea hubiera vivido en estos tiempos, registrado su marca, exportado su producto. Con los conectes que tenía. No se me ocurrió nada más brillante mientras lijaba, lo siento.
Chorizo estuvo en el patio viéndonos toda la mañana. Estaba cubierto con aserrín. Tampoco se le ocurrió sacudirse.
Después de un rato, me salió una ampolla, las lijas se desgastaron, aplazamos el trabajo. Mañana, a ver.
29 may 19 - regalo
Con eso de que tuvimos las dos graduaciones la semana pasada, estuvieron mis suegros acá con nosotros.
Mi suegro nos visita tres o cuatro veces por año, y cuando está acá disfruta el llevarse a mis hijos a comer y, si es cumpleaños de alguno de los tres, los lleva por un regalo. Al Gusano se lo llevo por un sushi, que puede comer cantidades ridículas, y a Miki le compró unos zapatos y un reloj de graduación. Cada uno escoge el restaurante, y obvio, su regalo.
A Nico se lo llevó a Space Tone, una tienda de guitarras que está como a cinco minutos de la casa, y cuyos vendedores son un cliché de vendedores en tiendas de guitarras. Hace un par de años fui allí con Nico a que comprara una guitarra. Después de que bajó una sinnúmero de guitarras, las midió, las admiró, y las sopesó, me empecé a desesperar, porque para mí, la única diferencia entre una guitarra y la que sigue, radica en formas y colores. De ésta ignorancia culpo a mis compañeros del Edron porque nuestras conversaciones circulaban básicamente alrededor de bocinas, política, coches y mujeres. Más en mujeres. Jamás tocamos el tema instrumentos musicales. Así que exasperado le pregunté a Nico cuánto dinero traía y se tuvo que conformar con una guitarra rosa, de marca patito, que lleva y trae por cada rincón de la casa.
Ahora compró un “pedal looper”. Lo que hace el “looper” es que permite tocar dos o más riffs (tonadas) con una sola guitarra eléctrica. Lo que en realidad quiere decir es que ahora hemos escuchado, durante horas enteras, la de I Shot The Sheriff, que vamos, es buena rola, pero no habla de las cosas importantes de la vida, que, de acuerdo con lo que aprendí en el Edron, son las mujeres.
30 may 19 - zapatero
Ayer escuché una entrevista que le hacían en NPR a los de Hanson por el vigésimo aniversario de la canción mmmbop. Desde que la escuché, no he podido quitarme la tonada de la cabeza. La canción es la que lanzó al estrellato a los tres hermanos Hanson quienes apenas andaban exprimiéndose sus primeros granos de pubertos cuando su canción explotó en el mundo pop. Ahora, estaban siendo entrevistados porque están lanzando un nuevo álbum, uno que incluye la de mmmbop, pero esta vez apoyados por una orquesta sinfónica, así como si el mero hecho de tener a cuarenta músicos clásicos hicieran menos exasperante su rola. Durante la entrevista admitieron que están sacando este nuevo disco, porque literal, dijeron, no sabemos hacer nada más.
Acaban de hacer un recorte en una transnacional acá. Entre a quienes les tocó estar dentro de los descabezados fue Bruce, un amigo de cincuenta-casi-del-otro lado quién llevaba casi toda su vida laboral trabajando para ellos. Anda buscando chamba, porque bueno, Bill Gates no es, y tiene un hijo que acaba de entrar a la universidad. Le dieron una buena liquidación a Bruce, pero eso no sirve para cuando andas buscando algo con que contribuir. En las mañanas sale a andar en su bicicleta. Se trepa a su Trek y pedalea un par de horas. Me lo encuentro caminando con su perro a horas que solo yo. No es que su vida la haya definido a través del trabajo en dónde estuvo por casi dos décadas, porque el hombre ha viajado, tiene familia, y tiene una vida aparte, pero la cosa es que ahora anda cuál perro sin dueño.
Si es algo como yo o como los de Hanson, literal, no sabe hacer nada más. Ojalá tenga la suerte que yo he tenido.