Mi jefe quería que escribiera algo con respecto a la Selección Mexicana de fútbol, la que Brasil acaba de eliminar en el cuarto partido del Mundial de Rusia.
—Otra vez jugaron como ratones verdes— me dijo, apenas conteniendo su furia y citando el ápodo con el que bautizó el columnista Manuel Seydé a “La Verde” cuando jugaron en el Mundial de Inglaterra, el de 1966, cuando aún no empezaba la racha de ser eliminados siete veces consecutivas en el cuarto partido, cuando todavía ni nacía el fantasma del quinto partido. Le prometí a mi jefe que lo intentaría, escribir algo sobre el Tri, aunque admito que al principio no lo quería hacer, sobretodo justo después del partido de octavos de finales, el infame cuarto partido, el que perdimos 2-0 contra Neymar y sus secuaces. No quería sonar ardido, no quería yo escribir de cómo el jugador brasileño en realidad audicionaba para el papel de La Llorona. No, de escribir en ese momento hubiera yo sonado como el típico mal perdedor, sobretodo en viendo que nuevamente habíamos perdido en el cuarto partido.
Mi hijo, el mayor, estaba con que siempre habíamos perdido ese cuarto partido en contra de equipos “grandes”.
—O sea Pá—me trato de hacer ver, —checate: Brasil, Holanda, Alemania, Argentina— citando cuatro de los equipos de los que él se acordaba, nos habían eliminado.
Claro que este fantasma nació antes que él, descubriéndose por primera vez cuando perdimos el cuarto partido del Mundial de 1994, en contra de Bulgaria. Bulgaria. Un país conocido más por sus lacto-bacilos que por sus futbolistas (a pesar de Hristo Stoichkov.) O en el 2002, en contra de Landon Donovan y la selección norteamericana, cuando el fantasma del quinto partido ya era tan de carne y hueso para los mexicanos, como cualquiera de los once que jugaban.
Cuando se dieron a conocer los grupos para el Mundial de Rusia, el entrenador chileno del Crossfit donde hago el ridículo me dijo, burlándose, que era imposible el que México pasara a la siguiente ronda con eso de que Alemania y Suecia estaban en el mismo grupo, y en viendo cómo habíamos perdido nuestro último partido 7-0 en contra de Chile durante la Copa América del 2016.
Mi entrenador levantará más peso, pero yo sabía algo que él no. No es su culpa, no es mexicano.
—El problema—le contesté, —no es la primera ronda, es el fantasma del quinto partido.
Yo no creo mucho en la existencia de fantasmas y todo eso, excepto en este, por supuesto, este que sigue cual lapa a la Selección Mexicana en los Mundiales. Fue ese fantasma el que le forzó la mano al árbitro para que marcara el penal de Robben en favor de Holanda, ese penal que #NoEraPenal; ese fantasma que le ayudó al argentino Maxi Rodriguez a tirar ese cañonazo en tiempos extras en Leipzig con una fuerza y colocación que solo hay que verlo para entender que ese tiro fue algo más que sobrenatural; ese miserable fantasma que en el Mundial de 1994 nos hizo tirar los penales cómo si los nuestros patearan el balón cual pingüinos con los pies atados, y que en ese mismo partido burlándose de todos los mexicanos a plena luz de la tarde, le susurró al oido a Miguel Mejía Barón, nuestro otrora implacable DT, que no metiera a jugar a Hugo Sánchez, el mejor jugador mexicano de todos los tiempos, el cinco veces Pichichi, a jugar en contra de los Búlgaros, que lo reservara para la siguiente ronda, que lo dejara descansar para el siguiente partido.
El siguiente partido. El quinto.
Clarito que lo veo, riéndose el desgraciado.
Este fantasma viaja dentro del avión de la Selección Mexicana, los persigue sin tregua, porque bueno, tiene la ventaja de que al ser fantasma, no se cansa. Pero durante cuatro años. el maldito sé queda callado, aunque hay veces que nos ayuda a ganar en las eliminatorias, tropezando a los otros equipos, haciéndonos creer de que “está vez, ahora sí” solo para esperar a que lleguemos a ese cuarto partido.
Y ahora en Rusia, la tierra de Rasputín y de los Tsares, de Tolstoi y de Raskolnikov, el fantasma se vistió de Neymar. Sin reparos se puso la verde-amarela y saltó a la cancha a fustigarnos, a reírse de los nuestros y de nosotros, pero más que nada, a jugar fútbol y a meter un gol con el que firmó nuestra salida del Mundial, y a dar un pase para un segundo gol con el que la sellaba. Ambas anotaciones, pequeñas obras de arte de un maestro que pasa cuatro años viendo videos de fútbol en YouTube preparando su ataque.
El Mundial del 2022 será en Qatar, un país del que conocemos empieza con Q, que les sobra dinero y que hace un calor de los mil demonios. No me queda ni la más mínima duda de que allá estará el fantasma, dándonos consejos en la “Fase de Grupos”, escuchando los gritos en la tribuna de que “!Sí se puede!” mezclados con el “Cielito Lindo” incitándonos a creer en nosotros mismos, a imaginar que llegaremos a ese quinto partido. Pero allí estará, en el cuarto partido, sentado entre los jugadores sudados del equipo contrario, hasta el momento en que explote en carcajadas silenciosas, de esas que solo hacen los fantasmas, sabiendo que ha llegado su turno para humillarnos una vez más, tejiendo sus artimañas para evitar que lleguemos al mentado quinto partido.