Acá en Tejas, para quienes se jactan de ser y no solo parecer tejanos, de esos que se duchan en sus botas vaqueras, cuyo sombrero tejano no se los quitan ni en los encuentros más íntimos y que se trepan en su pick-up (troca) F-250 de me-vale-madres-que-sean-catorce cilindros para ir a comprar un six-pack al 7/11 de la esquina, esos tejanos pues, esos para lo que viven, así lo que se dice viven, es para ir de cacería a sus ranchos.
Entrar a una tienda de artículos deportivos es como prepararse para la guerra: pasillos enteros de rifles, escopetas, arcos y flechas, vestimenta y tiendas de campaña camuflajeadas, y al final, unas torretas para clavar en medio del rancho en donde los valientes cazadores se trepan a esperar a que lleguen venados o jabalíes para cazarlos, o bien, para huirle a su vieja. No juzgo.
El jabalí se ha vuelto plaga aquí en Tejas. Tanto así, que el otro día escuche en la radio que planean envenenarlos cual si fueran ratas. En el refri de la casa (que también es su casa) unos amigos nos acaban de dar lo que nos insisten es chorizo de jabalí, cazado en su rancho. Para mi que es machaca comprada en un super en Nuevo Laredo.
Reconozco que mi postura en contra de la cacería es un tanto hipócrita. Después de todo, creo que hay pocas cosas tan sabrosas como una buena hamburguesa. Desde ahora puedo escuchar a los veganos que conozco reclamando «pero Migueeel**, te puedes comer una hamburguesa elaborada a base de frijoles, aguacate, elote y cilantro y hasta vas a ver que te va a saber hasta mejor». Pero no, lo siento. No. Rotundo no. No hay cómo una hamburguesa de carne de res. Sorry. Tampoco hay espinaca, col o lechuga que substituya unos tacos al pastor. Aun así, no entiendo esto de “ir de cacería” para matar un animal que no hace daño a nadie. «Pero Migueeel, las vaquitas lindas y preciosas tampoco hacen daño a nadie». A esto respondo que obviamente no han visto el video de “Cows With Guns”***. «Pero Migueeel» insistirán (porque vaya que los veganos que rondan en mi mente son insistentes) «toda la vida animal es sagrada, y toda madre, sin importar su especie tiene su instinto maternal y por eso hay que respetar a todos los animalitos. Ahora, no seas malo, alcánzame ese Raid que los mosquitos me están acribillando»
Total, lo que si creo, es que no me veo matando a un venado para poder colgar su cabeza en el livin’ solo para presumir el tamaño de sus astas.
Hay cazadores quienes se sientan durante horas dentro de esas torretas, bebiendo cerveza y gritándole a los Dallas Cowboys en la tele, armándose de valor para fusilar a los venados y jabalíes que se acerquen a comer el cebo plantado a escasos metros de sus torretas. Acribillarlos así, a esa distancia, se le llama cazarlos cual “sitting ducks”, es decir, se los pescan como al Tigre de Santa Julia****.
Cual “sitting ducks” es como les ira a los casi doscientos mil salvadoreños quienes, de acuerdo con la reciente decisión del actual gobierno norteamericano, serán obligados a regresar a El Salvador después de dieciséis años de vivir en los Estados Unidos bajo asilo. Dieciséis. Es decir, desde el 2001. Para dar un poco de perspectiva, el primer iPhone salió en 2007 y ahora, vivir sin un maldito teléfono inteligente es impensable. En 2001, México cumplía un año de alternancia con la presidencia con Vicente Fox, y el PAN, como la Bikina, ya vino y se fue, y todos seguimos llorando por esa promesa de lo que pudo haber sido; el atentado a las torres gemelas ocurrió en el 2001, y todos pensamos que la presidencia de los Estados Unidos no podría ser ocupada por alguien más visceral, menos pensante. Y ya ven.
Pero ahora, desenraizar a estos salvadoreños y mandarlos de retache a un país que muy probablemente sus hijos ni conocen y del cual ellos solo se acuerdan de las circunstancias por las cuales fueron forzados a huir, raya en lo extraordinariamente cruel. Es difícil entender donde es que se fue este país que, apenas en la administración pasada, recibía a inmigrantes sin tanta condescendencia, con brazos abiertos, en vez de despedirlos con gestos de superioridad. Parece imposible creer que la sola presencia de un tirano haya cambiado tanto el modo de ser de un pueblo dadivoso y lo haya convertido, en espacio de un año, en un lugar en donde los amigos de sus hijos, los vecinos recién mudados, los camaradas de trabajo, sean expulsados y nadie diga nada, y que todos lo aceptemos con una mirada de resignación diciendo, «pues bueno, ya tuvieron 16 años buenos, ahora que se regresen».
Regresarlos después de uno, o dos años, parecería lógico. Dieciséis es mala saña.
Y habrá que ver a donde y como es donde volverán. Regresaran a uno de los cinco países más violentos del mundo. En donde por menos de lo que cuesta una comida se secuestra, en donde por unas monedas se mata, y, quienes están siendo obligados a regresar, lo harán marcados cual si aquí nadaran en dólares. Serán, quienes vuelvan a ese país de donde tuvieron que salir hace dieciséis años, presa fácil, “sitting ducks”.
Como cazando jabalíes, a estos refugiados los cebaron y les hicieron creer que podrían construir sus vidas aquí, en relativa prosperidad. Ahora resulta que siempre no, que aquí no los quieren, que ahora estorban. Cruel.
**Voz entre chillona, fatalista y repleta de superioridad, igual a la mía cuando hablo de los beneficios del Crossfit…
*** https://www.youtube.com/watch?v=FQMbXvn2RNI Gracias Velitas!
****Gracias a Dinorah por la traducción!
- El Tigre de Santa Julia, bandolero mexicano de principios del siglo 20, fue atrapado por las autoridades mientras hacia de sus necesidades (del “2” para ser más específicos) detrás de una nopalera cerca de su casa.