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Writer's pictureMiguel Esteva Wurts

El dios del innombrable


En un área no mayor de una milla a la redonda -no es por mamón, “millas” porque vivo en San Antonio, Tejas, y para quienes no iban trepados en el asiento trasero de la Renault R12 mientras mi papá nos llevaba a la escuela repasando capitales y conversiones, una milla equivale a 1.6 kilómetros- hay por lo menos cuatro iglesias de distintas denominaciones: la Luterana, la Bautista, la Evangelista y una que no sé de que sea, pero igual tienen una marquesina tipo la del IHOP, excepto que en vez de antojarnos con que los pancakes de desayuno estén a 4.99 (incluyendo jugo de naranja) todas las semanas los de esta iglesia ponen lo que asumo son pasajes bíblicos o breves mensajes positivos. El que acaban de poner esta semana dice “Revive” y por tanto, para mí, debería de tener un link directo al IHOP (www.ihop.com), pero esa es mi opinión muy particular. Si esa milla imaginaria la expandiésemos a dos, tendríamos que incluir una iglesia Católica y una Metodista que compiten en cuanto a tamaño cual si fueran dos machos compitiendo por el tamaño de sus ya-saben-que: “Admiren chicas, mi atrio es más grande” dirá uno con voz lujuriosa, y el otro contestaría, “Lo será, baby, pero el mío es más ancho…” Un poco más alejado, pero aún a una distancia razonable, hay una iglesia greco-ortodoxa y una sinagoga con todo y cúpula dorada tratando de acaparar miradas y feligreses.

Los domingos, y hoy es domingo, la gente se viste desde temprano en sus mejores trapos y salen en alegre grupo a la iglesia o templo de su preferencia. En casi cincuenta años de vivir en la el DeFe (soy huérfano del DeFe y me rehuso a ser adoptado por la CDMX) llegue a conocer a dos o tres curas católicos pero ninguno en un ambiente social y siempre distanciados de nosotros los mortales por su alzacuellos. Acá, la cosa ha sido un poco distinta: durante este pasado verano, una mujer con quien platicábamos en la alberca pública (ella en bikini), nos presentó a su esposo, un pastor quien, Bud-Light en mano y con un traje de baño con estampado de ballenitas, perseguía a su hijo dentro del agua; y ahora, uno de los papás del equipo de futbol en donde juega mi hijo menor, un gringo pelirrojo con perfecto español después de haber vivido en Barcelona y en la colonia Roma por quien sabe cuantos años, también nos dijo que su oficio o llamado o lo que sea, era el ser pastor. Para mi, los mejores pastores son los que llevan su salsista verde, su cebollita, su cilantro, su piña y su limón, pero supongo que, como en todo, en gustos se rompen géneros.

Aunque no nos externen su opinión al respecto, los vecinos se sorprenden de que no asistamos a alguna de las iglesias. Asumo que algunos se sorprenderán más que otros, pero igual, y nuevamente, aunque no nos lo digan porque en general la gente acá respeta, nos ven cual bichos raros cuando les decimos que no pertenecemos a ninguna “comunidad religiosa”.

Aunque todos argumenten que es el mismo, cada quien parece tener su propio Dios. La bronca, cuando uno lo ve desde afuera, es que cada dios tiene diferentes reglas para cada religión/iglesia/templo, situación que complica las fechas para las festividades, ya que, cuando celebra uno, el otro enmudece y lo que no come el uno, lo devora el otro. Todo es muy complicado y siento que sería más práctico el que todos concluyeran en que lo importante de dichas festividades es la comida, y sanseacabó.

Quien si tiene un dios muy personal y exclusivo es el Innombrable, quien Tweetea sentado desde su trono dorado en las madrugadas y utiliza la palabra “Dios” como si él fuera descendiente directo de Luis XIV con todo y sangre azul y peluquín, predestinado a ocupar la Oficina Oval en la Casa Blanca.

Basta con ver cuantas veces es que invoca a Dios en sus discursos para ver que en efecto, se ha apropiado a uno para él solito, o por lo menos siente que en definitiva su dios particular está de su lado y que su deidad particular le da “high-fives” y le dice “good job” cada vez que puede. El Innombrable no se da cuenta de que todos, cuando ganan, “saben” que Dios estuvo de su lado. Lo saben los del América cuando le ganan en el llamado “Clásico Joven” al Cruz Azul, y lo saben los del Cruz Azul cuando gan… perdón, mal ejemplo.

Para ejemplo, en un tweet del otro día, el Innombrable asentó de que “la libertad no es un regalo del gobierno, sino un regalo de Dios”. No que le importe ni que se de cuenta, pero sus palabras son una cachetada de guante blanco a todos los africanos que fueron capturados y se vendieron como esclavos en este país. A esta pobre gente no les tocó el regalo si no hasta ya muy tarde (y a medias), así como tampoco les toca el regalo a todas esos millones de gentes vendidos en la trata de personas (http://time.com/4989574/modern-slavery-forced-labor-marriage/?utm_source=time.com&utm_medium=email&utm_campaign=the-brief&utm_content=2017102011am&xid=newsletter-brief) . El dios del innombrable también es muy selectivo por país, en el sentido de que no en todos los países existe la misma cláusula que establece la primera enmienda de la Constitución de los EUA, y por tanto, no en todos los países se respetan las mismas libertades. Para ejemplo, basta ver al pueblo venezolano que clama por libertad (y por comida y por medicinas y por educación y por gasolina y por transporte y por miles de otras necesidades básicas), pero bueno, Venezuela es otro cuento, con otro mandatario ilustrado quien el pasado dieciséis de junio dijo, tajante y sin miedo a que lo partiera un rayo: “Sé que tengo la bendición de Dios”.

A este paso, mejor aprovecho la oferta del IHOP.


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