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  • Writer's pictureMiguel Esteva Wurts

20 mar 23 - de HSB, cocinas y tejas grises


Hoy regresamos de Horseshoe Bay.


Estuvimos tres días en el hotel del resort, una “villita” que nos la vendieron con "cocina totalmente equipada" pero que al final del día, la cocina venía equipada solo con lo mínimo indispensable. Vamos, ni tostadora de pan, ni aceite, ni licuadora, así que a pesar de que compramos todos los ingredientes para hacernos nuestro jugo verde matutino (manzana verde, aguacate, apio, pepino, espinaca, jengibre y menta), no hubo como exprimirles ni tantito jugo. Pedimos (ok, ok, AnaP pidió) una licuadora a recepción, pero el cuate de recepción vio a AnaP con cara de What?, así que tuvimos que conformarnos con comernos la manzana a mordidas, cosa que no estuvo mal. La espinaca la usé para prepararnos una omelette medio rústica sin aceite ni queso con eso de que Nico no come lácteos. No me quedó tan mala.


Eso fue ayer.


Hoy, a pesar de que fui al súper en la mañana, se me olvido comprar aceite, por lo que estaba igual, preparando la omelette (ahora sin hongos) junto con Nico, cuando Miki entró y sin que nos diéramos cuenta, quitó una cuchara de plástico que se andaba quemando y que habíamos dejado sobre la parrilla. Mix se quemó el dedo y le salieron ampollas a pesar de que le untó ajo a la quemada. La cocina quedó ahumada y hubo que abrir puertas para no activar la alarma. No pasó a mayores, pero estuvo cerca.


Después del checkout fuimos a dejar a los dos universitarios a Austin. Miki nos manejó hasta su dormitorio, y a pesar de tarareábamos las canciones de su Playlist, íbamos dos tres callados porque ayer hubo drama mayor causado por, por supuesto, el maldito tenis que tantos dilemas y estrés ha causado en nuestra familia, pero eso sí, cuando nos gusta nos gusta, y la mayor parte del tiempo nos gusta así que no me quejo. No voy a entrar mucho en detalle, pero el buen ánimo del fin de semana se tambaleó y el trayecto a Austin fue, por decir lo menos, manejado en silencio.


Miki manejó por la 71, que es la carretera que tomábamos de chicos siempre que íbamos a Austin desde HSB. Cuando veníamos en la camioneta Renault 18, la que nos traíamos desde el Defe, entrábamos a Austin por esta misma carretera, en lo que era un pueblito en las afueras de la ciudad, poblado lleno de tienditas chachareras de esas que vendían collares hechos en casa, camisas multicolores pintadas a mano, botas vaqueras, pipas y tubos para fumar lo que fuera, y de uno que otro restaurante casero con su letrero patrocinado por Coca Cola todo desvencijado con el nombre del restaurante. Más tarde, el súper que estaba a la entrada de aquel pueblo pasó de ser un Piggly Wiggly local, a un HEB donde te venden hasta su alma, y con eso todo el ‘feel’ pueblerino de la entrada a Austin, se derrumbó. Ampliaron la carretera, construyeron centros comerciales, instalaron un Best Buy aquí, un Bad Bath and Beyond allá, y de seguro una tienda Apple toda reluciente vendiendo miles de pantallitas para idiotizarnos. Ahora la entrada de la carretera son cientos de casas, bautizadas por Nico como las ‘cut and paste’, todas con el techo con la misma aburrida teja gris, las mismas ventanas, las mismas puertas, los mismos jardines inútiles con el mismo árbol plantado justo en medio, y sí, repito, todas las casas con la misma maldita teja gris.


El mapa de Google que Miki venía siguiendo ya ni siquiera nos metió por los remanentes de aquel poblado, ya no pude ver a las tienditas chachareras convertidas en Gaps, Subways y Valeros.


—¿Qué?— le pregunté a AnaP, —¿como de medio melón las casas?

—Estás pirado— me dijo de inmediato sacando su celular para meterse a esos sitios de bienes raíces que domina y que dan los precios de las propiedades —mínimo ochocientos, mínimo.


Ochocientos mil morlacos para llegar a lo mismo. Como diría Humberto, "Te gusta, bien, no te gusta, paséele a la siguiente", así de sencillo.


En la carretera nueva de dos carriles que nos llevó a la Universidad de Austin en nuestra pequeña Hyundai Tucson, veníamos empaquetados cual sardinas: cinco adultos mayores tarareando al playlist de Miki, la cajuela atiborrada con maletas, guitarra y raquetas de tenis. Rodamos envueltos por Teslas, Mercedes y Audis y tejas grises.

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