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Writer's pictureMiguel Esteva Wurts

1 mar 23 - de primavera, distracciones e inspecciones.

Como de costumbre, ayer en la noche ya tenía alineado perfecto acerca de lo que quería contar el día de hoy, pero, para no variar, la maldita idea que apareció flotando y perfecta justo antes de dormir, se esfumó enterita, escondida en donde sea que es donde se escapan las ideas nocturnas, y así, esas oraciones completas que se alineaban en mis neuronas como milagro, armando párrafos asombrosos y exactos en mi mente recargada en la almohada buscando conciliar el sueño, amanecieron desaparecidas.


Ahora que lo pienso, y ya que terminé con esa primera súper oración tajante, definitiva y chance medio cursi, me acordé de que el sueño se me escapó anoche con la ineludible realidad de que empezando el miércoles de la próxima semana me tocan hacer las visitas a las casas que rentamos para verificar que el aire acondicionado este en perfecto orden, de que todos los capacitadores y contactos y aparatos y líquidos para enfriar estén rebozantes, preparados para que en el infierno que se nos avecina y que acá llamamos verano, todo trabaje al cien. Odio esas malditas visitas, aunque claro, peor es recibir la llamada de un inquilino angustiado creyendo que ya esta formado en una cola por recibir su credencial del INE en el infierno. Obvio, yo no soy quien verifico los sistemas de aire acondicionado, eso lo hace Juan, nuestro técnico sinaloense experto en aires, yo lo único que hago es abrir las casas, tomar fotos de la casa, y en general, deprimirme.


Hay cualquier cantidad de cosas que me ponen de malas cuando llevo a cabo estas inspecciones, no siendo la única el perder mi rutina de trabajo. Sí, sí… ya sé que no soy germánico en mi disciplina, que cualquier cosa me distrae, cualquier excusa para arrancar tarde, cualquier clickbait para quedarme vagando en el internet, ir al súper, hacer lo que sea antes de ponerme a escribir. Pero aun así, detesto perder la oportunidad de sentarme en la compu y exprimirme las ideas hasta ver que tontera sale.


Creo, sin temor a equivocarme, que la rutina del día de hoy, por ejemplo, la tengo desconchinflada con la angustia que me causa esa semana de visitas. Y sí, ya sé, ya sé y me da pena hasta admitir de que soy un ridículo, no es como si fuera minero, taladrando y jugándome la vida a no sé cuantos metros bajo tierra. Aun así, es espacio desperdiciado que me choca.


Las visitas consisten en ir a las casas, ver que todo este en orden, y encontrarme con ciertos inquilinos tirados allí a media mañana, jugando videojuegos, desparramados frente a la tele, meneándole sin descanso al Instagram, pero eso si, con la casa alrededor derrumbándose, amontonando polvo y mugre, con cajas apiladas de comida rápida en las repisas de la sala y el comedor, y con el olor de una enorme bolsa de plástico negra que invariablemente ocupa la mitad de la cocina, donde van aventando las bolsas de plástico y las cajas de cartón de comidas, cenas, y desayunos anteriores.


Todo esto se acumula con el mensaje que acabo de recibir por parte de una inquilina quien ayer terminó el contrato de la casa que rentaba, pidiéndome de antemano mil disculpas por el estado sucio y desordenado en el que la dejó. Ahorita que llegue AnaP, iremos a ver. Temo lo peor.


Pero bueno, por el momento estoy acá afuera, en la mesa roja, escribiendo, escuchando a los pájaros que hoy han salido en alegre bonche ahora que parece arrancarse la primavera, viendo el ir y venir de una pareja de petirrojos que hicieron nido en una de las macetas de helechos de plástico que colgamos donde antes teníamos unos helechos de verdad, pero que optamos por unos de derivados de petróleo porque los de verdad se nos morían cada vez que salíamos unos días.


Así que aprovecho estar acá en la terraza, porque en cuestión de días se dejan caer el calor y los mosquitos, cuando ni estar acá afuera podré disfrutar.


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Chilango in Texas

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