«¡Cinco de mayo, día de la Independencia de México!» me asegura el cajero del banco. Me ve con ojos de perro agradecido. El rótulo sobre su escritorio indica que se llama “Joaquin Gomez”, así, sin acentos aunque a mi checkspell le cueste el aceptarlo e insista subrayarlo en líneas rojas. Así debe de ser supongo, lo de la independencia, porque lo que bien se aprende en las clases de historia que nos brinda Miller Lite en el capítulo de The Bachelor donde John decide entre Cindy y Jane, no se olvida. «Felicidades» me sonrió cuando le enseñé mi pasaporte mexicano a modo de identificación. Me quedo callado, después de todo ¿quién soy yo para negar una felicitación espontánea? Igual vio mi cara de What?, porque fue cuando me explica, «sí hombre, cinco de mayo, día de Independencia de México». «¿Cuánto tiempo estuvieron conquistados por los Aztecas?» me pregunta, e imaginó al AMLO entrando en crisis nerviosa ante tal afirmación, él, que traza sus raíces al Popul-Vuh tabasqueño. Pero Joaquin Gomez no cede, «o ¿eran los Mayas los de México? King Tut…¿?» Se ríe. «Siempre me confundo con las pirámides». «Me fascina México» continúa, «Cancún» dice y las palabras salen en espasmos: spring-break, wet t-shirt yeah!, y cierra en un español chelero, «otra cerveza por favor, amigou». Me apunta para que admire el lobby del banco decorado con papel cortado, un par de piñatas. Un Heródoto cualquiera, pienso, aunque luego se me ocurre que las decoraciones son un vestigio de Fiesta! la celebración que tienen acá para conmemorar la Batalla de las Flores, que nada tiene que ver con guerras, pero aprovechan para vender mucha cerveza, amigous. Cuando me despido ya somos brodis, me saca la lengua, hace la señal universal de rocanrol. «Party on» me grita. NB. Este relato es ficción. No era cajero, no era banco, y se llamaba como el gran héroe de la Independencia mexicana: Benito Zapata.
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