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  • Writer's pictureMiguel Esteva Wurts

De cohetes y viajes (jun 15-22)


15 jun 19 - puerta

Odio nuestra puerta del driveway.

Igual odio no encontrar una traducción literal al castellano de “driveway”, el camino pavimentado que transita de la calle al garaje, ese espacio techado que, en nuestro caso, utilizamos para todo excepto para estacionar coches. Adentro del garaje tenemos arrumbadas la mesa de pin pon, el sillón azul que antes estaba en el cuarto de la tele, las bicis, y un escritorio en donde trabajo cuando no hace demasiado calor. Una tarde hará tres años, cuando el garaje estaba menos atiborrado de porquerías, ante la amenaza de tormentas de granizo, con mucho esfuerzo, les hicimos un huequito a los coches para que no quedaran perforados con el granizo. Total, ni llovió.

Pero divago. Decía que odio la puerta. Maldito armatoste que desde que se colocó, cuelga porque pesa uno y la mitad del otro. Es una anaconda panzona, surcando el piso de cemento como a la mitad del camino, porque eso sí, se abre sin problemas hasta la mitad, pero llega un punto en donde se cuelga y requiere de toda mi fuerza para levantarla.

¿Por qué no nomás la ajustas? me pregunta AnaP, siendo como es, mucho más sensata que yo. Porque lo he hecho cientos de veces y nomás se cae, le contesto de mal humor. ¿Y si le llamamos a alguien para que nos la arregle? Técnicos portuarios han venido, se han ido, me ven con cara de que hace mucho calor. Esta colgada, concluyen, luego le mando un presupuesto. Pero nunca llega. El problema es el poste, dicen unos, la entrada está en desnivel, resumen otros.

Mientras tanto, los coches duermen afuera, cosa que AnaP odia.

Maldigo y me peleó con la puerta los martes y miércoles qué hay que sacar basura, y eso hoy me recuerda que ya no estoy en la Hacienda Santa Rosa.

16 jun 19 - amash

Siempre que llegamos de viaje tratamos de emular alguna cocción que nos atrapó del lugar al que fuimos. Hace tres años, llegamos con el tinto de verano que bebimos hasta terminar ceceando cuál si hubiéramos crecido a dos cuadras del Santiago Bernabéu; el año pasado hicimos un solo intento de arremedar los tacos de arenque callejeros adquiridos en coronas danesas en [Hija de Sánchez] aunque a falta de arenque los que nos hicimos fueron de tilapia y nomás no. Está vez fue una salsita de chile amash que nos prepararon la primera mañana en el restaurante de la hacienda, y siendo que éramos los únicos huéspedes del hotel, les pedimos nos la prepararan para cada alimento: para agregarla all ceviche de pescado, a la cochinita, a las pellizcadas… las pellizcadas… de hongo, tinga y cochinita. Siendo que el pueblo no tenía más de quince calles de las cuales solo la mitad estaba pavimentada, nuestra última mañana Fidel, uno de los meseros más sonrientes del planeta, corrió a su hortaliza para traernos un manojo de chiles de su propia cosecha y nos dio la receta para la salsa. La tratamos de emular por supuesto. No es complicada hacerla, nos dijo Fidel. Pero nos falto el toque de doña Lourdes en la cocina, de la pequeña vasija en donde traían la salsita ya fuera Fidel o Willie o Mariano, de desayunar al aire libre a un lado de los árboles empapados con la lluvia de la tarde anterior, de las aves de paraíso que adornaban cada mesa de ese comedor que fue nuestro, de los cientos de pájaros multicolores que saltaban entre las ramas o de las golondrinas que volaban neuróticas entre las vigas del techo, envidiando nuestro desayuno en Santa Rosa.

17 jun 19 - Circe

Íbamos en la 410, Gusano y yo, camino al dentista para una revisión extemporánea de sus multi-mentados frenos, y nuestra plática deambulababa entre dilemas existenciales como el significado de la vida y el papel de las religiones en todo esto de intentar darle un sentido a nuestra existencia, cuando nos quedamos platicando sobre Circe, el increíble, magnífico y excelente libro de Madeline Miller que ambos estamos leyendo, sobre la bruja/ninfa griega que es exiliada por los dioses del Olimpo a la isla de Aeaea (o Eea).

Desterrada, Circe vive sola con sus animales en relativa calma y felicidad en su isla. La bronca es que ni su papá, Helios, Dios del Sol, ni su tío, el todo poderoso Zeus, dejan de andarla fregando y le enfilan broncas a su isla cual si fuera hub de aeropuerto. Le mandan todo tipo de personajes nomás para sacarla de sus casillas: que si Hermes, que si la hermana de Circe (esa para que vean, Pasiphae, mamá del Minotauro, toda una fichita), que si las ninfas adolescentes hijas de dioses menores que llegan a la isla castigadas por sus papás, que si los marineros que llegan a aprovecharse de una mujer viviendo sola en una isla.

Circe es conocida por convertir a los marineros en cerdos. La realidad es que aquellos hombres ya son cerdos, solo les faltaba el cuerpo.

Pero gracias a sus conocimientos y educación, Circe es una diosa en su isla. El mensaje es obvio: la educación empodera.


Las pociones de Circe convierten al destinatario de su magia a lo que verdaderamente es. A los marineros en cerdos, a una ninfa envidiosa en monstruo de siete cabezas.

Ojalá tuviéramos una Circe ahora en día para sacar a relucir a nuestros borregos mañaneros, esos que tanto temen ser convertidos en cerdos por un pueblo educado.

18 jun 19 - cohetes

Hoy en la mañana fuimos a la develación del cohete que construyeron los de la clase de Rocketry de Miki. Con el cohete a rastras, llegaron los chavos a la escultura de la mula que está a la entrada de la escuela, presumiéndonos su obra final: un cohete como de cuatro metros que pesa más de 250 kilos. Entre menos de treinta estudiantes de preparatoria, en el ciclo de un año escolar, diseñaron, calcularon y construyeron, desde cero, el cohete que estiman y esperan que pueda elevarse hasta cerca de veinte kilómetros, es decir, literal en la estratosfera.

Sobre la mesa del livin’ mi papá nos hacía unos cohetes quemando unas servilletas de papel que subían hasta la lámpara y cuyas cenizas ensuciaban el piso.

El avance de la ciencia en dos generaciones.

Este jueves, AnaP y yo manejaremos nueve horas a una base militar en Nuevo México para ver, el viernes en la mañana, metidos dentro de un bunker a no sé cuantas millas de distancia del lugar donde despega, el lanzamiento del cohete. Ya nos avisaron que dentro del bunker nos apelmazaremos papás, hermanos y hermanitas de estos ingenieros sin título, y seguiremos el fruto de su esfuerzo en pantallas.

Puede que ni siquiera despegue, nos advirtió el profesor el día de hoy mientras develaban el cohete bautizado como “Rocket” por los alumnos, pero el hecho de que estemos aquí, de que lo hayan construido es ya un logro por sí mismo.

Ya no es lo mismo, el papel con lo que hacen las servilletas pesa demasiado, les explica mi papá a sus nietos cuando sus cohetes de servilleta se quedan atascados en el plato sin despegar.

Quizá una conferencia nieto-abuelo para intercambiar opiniones y datos sea lo prudente para que los cohetes de servilleta vuelvan a levantarse en vuelo.

19 jun 19 - encuesta

Ahora en día todo son encuestas. Cosa de llevar al Mazda al taller para que el mister quien me atiende, ataviado con bata de mecánico no vaya a ser que se le chorree el aceite del filtro a pesar de que su día consiste en estar sentado detrás de una pantalla rellenando tablas de Excel, me advierta cuando camina conmigo a la caja registradora a pagar, va usted a recibir un cuestionario en su correo electrónico así que espero que nuestro servicio haya sido de su plena satisfacción y agrado. Cabe agregar que mis visitas al taller consisten en entregar las llaves, sentarme en una sala, escribir un rato en la compu, y beberme un café. Aunque el café deja mucho que desear, en la encuesta pos-visita siempre les pongo cinco estrellas.

El viernes pasado que salimos del hotel, William, uno de los de recepción, me dijo que me harían llegar una encuesta y que ojalá todo hubiera estado de mi plena satisfacción y agrado. Me lo decía mientras unos seis o siete de los trabajadores del hotel se despedían de nosotros desde la terraza, haciéndonos sentir como en el capítulo tropicalizado de Downton Abbey, excepto que yo manejaba mi Nissan March rentado.

Acabo de terminar y enviar la encuesta. Lo único que no se llevó el 10 fue el internet, que dejaba mucho que desear, pero a cincuenta kilómetros de Mérida, en un lugar en medio de la selva, tampoco es que uno pueda esperar el mejor esfuerzo de los de Telcel.

Los pájaros, la lluvia, la terraza, el Herradura reposado, los árboles gigantes, la sopa de lima, la cochinita, las pellizcadas, pero sobre todo la gente tan amable de este lugar se merecen mucho más que un diez de calificación de una encuesta.

20 jun 19 - Alamogordo

De acá a Alamogordo, Nuevo México, son 630 millas por la Interestatal I-10, y viajar por esa carretera es como los copretéritos de divertido. Hay un par de pueblos, Junction y Fort Stockton, que hacen nada por romper la monotonía, a menos de que lo tuyo sea cargar gasolina en una Shell, comer una BigMac en McDonalds. Hay un par de micro-cordilleras, unos molinos eólicos que se ven a lo lejos. Un par de arroyos. Con decir que hasta los tramos de carretera en reparación nos emocionan. ¡Checa los conos naranjas! ¡’ira las máquinas abandonadas! Lo demás es poner el cruise control, intentar no dormirse.

Elegir la música en un viaje tan juntos, tan con las ventanas cerradas porque afuera está a cuarenta y lo que sea de grados, es un reto que vale la pena para cualquier pareja. En nuestro caso, hubo secciones en donde era Timbiriche versus Cure. Vengo del viejo Edron donde tararear la de, con todos menos conmigo, hubiera sido motivo de madriza. Aquí me aguanto cómo los machos. Entiendo que son muchas millas, cualquier suspiro mal percibido se puede considerar como declaración de guerra, cuál asesinato del Archiduque Fernando.

Antes de llegar a Alamogordo (sin espacio entre las palabras) que es donde pasamos la noche, está Orogrande (igual, sin espacio), lo que me pone a dudar dónde quedaron los espacios en el Viejo Oeste. Hasta Nuevo México ya no llegaron los alemanes que trajeron a poblar Tejas, los pueblos ya no son Boerne o Friedericksburg, esos poblados donde si no fuera por el clima, los letreros de Burger King y los jardineros de Guanajuato, pensaría uno que está en Bavaria.

En el Comfort Inn de Alamogordo, estamos solo un ratito con Miki, no deja de sonreír ni de saltar como chapulín de la emoción. Mañana lanzan el cohete.

22 jun 19 - zombie

El día de hoy he estado cuál zombie, o como dice mi papá, entre azul y buenas noches, porque en su época no existían los zombies. Con cada hora que pasa, siento mayor respeto por los camioneros que ayer pasamos de a montón en la carretera. Yo me quedaría dormido al sacar las llaves.

Dos días seguidos manejamos nueve horas, y tanto yo como AnaP hemos pasado el día en estado catatónico. Walking on the moon, diría Sting. Siento que me muero, pero Gusano quiere llevarnos a la nueva película de Toy Story. Después de jugar tenis Pa, me advirtió.

Ya regresamos del tenis. No fue una buena práctica, o chance sí. Se recrimina mucho en la cancha y desde la vez pasada le dije que si se reclamaba a sí mismo, “es que juego pésimo”, después de un golpe fallido, allí terminaría nuestro entrenamiento. Así que siendo el papá rudo y duro que soy, allí terminó, y acabamos en pleito porque él quería seguir jugando.

Luego fuimos al cine con él. Miki sigue en Alamogordo y a Nico no le gusta ir al cine o sea que solo nos llevamos al Gusano, quien aunque tiene catorce años, le encanta eso de que lo sigamos consintiendo cuál niño chiquito.

En el DeFe nos gustaba ir al Cinemex de Altavista, con su mezcla de cine de arte y películas comerciales. En Altavista fue mi primer “date” con AnaP. Una película de Jean Claude Van Damme, por el amor de Zeus. Extraño las salas de los cines atiborradas, con gente cuyo propósito es el ver la película, no devorar una cubeta de las de a dos litros de palomitas, con su Coca tamaño industrial.

Aquí evitamos ir al cine.

Lo que si llegamos a hacer de regreso fue caer cual bultos, convertirnos en zombies.


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